Llantos, gritos y rabietas que hacen perder la paciencia a los padres son el pan de cada día en muchos hogares cuando toca sentarse a la mesa. Los problemas a la hora de la comida son incluso más frecuentes cuando se trata de niños con trastornos del espectro del autismo (TEA). El 2 de abril es el Día Mundial de la Concienciación sobre el Autismo.
“Algunos estudios de la década de los noventa indican que hasta un 40% de los pequeños con autismo presentan problemas a la hora de comer. Sin embargo, trabajos más recientes apuntan que la prevalencia de los problemas de la alimentación en los niños con autismo puede llegar a ser hasta del 90%”, señalaba la psicóloga María Baratas en la jornada sobre sanidad y autismo “El autismo te habla, sigue las señales” celebrada hace unos meses en el Hospital General Universitario Gregorio Marañón de Madrid.
Además, la especialista destacaba que el desarrollo de alteraciones crónicas de la alimentación en niños con autismo es entre un 3% y un 10% superior si lo comparamos con otros pequeños.
De hecho, algunos de los aspectos que caracterizan a las personas con trastornos del espectro del autismo pueden verse reflejados en su relación con los alimentos. En este sentido, Laura Hijosa Torices, psicóloga de la Federación Autismo Madrid, explica que los niños con TEA tienen dificultades para la flexibilización mental, por lo que les cuesta aceptar cambios en las rutinas y acontecimientos novedosos o imprevistos.
“De ahí su preferencia u ‘obsesión’ por ciertos contenidos, objetos, patrones de ejecución o comidas”, indica.
Estos niños también tienen “dificultades de anticipación”, es decir, problemas para comprender el sentido de una actividad y para deducir qué va a suceder después. “Por ello prefieren un orden claro y ambientes conocidos y predecibles”, precisa.
Asimismo, presentan hipersensibilidad a ciertos colores, formas, texturas o temperaturas, por lo que sólo aceptan determinados estímulos. Esto se conoce como hiperselectividad.
“Todos estos rasgos pueden influir en sus hábitos de alimentación, de modo que nos podemos encontrar con un rechazo hacia un determinado tipo de alimento, hacia ciertos utensilios o hacia las novedades en la rutina, entre otras cosas”, detalla Hijosa.
La psicóloga hace hincapié en la necesidad de analizar si existen intolerancias, alergias o alteraciones gastrointestinales, además de tener en cuenta si existe un adecuado patrón de masticación y de deglución.
“También es importante valorar la cantidad de alimento que la persona necesita, pues no todos comemos en igual medida”, subraya.
No obstante, la especialista aclara que cada persona con autismo es distinta y que estos aspectos se manifiestan con maneras y grados diferentes en cada una de ellas, por lo que no existe un patrón común.
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